Bolea

Colegiata de Santa María la Mayor


En este último miércoles del mes nos quedamos en la Hoya de Huesca para visitar uno de sus monumentos más ilustres: la Colegiata de Bolea.

Anteriormente, en el siglo X, hubo en este lugar una fortaleza musulmana, de la que se conservan restos en el torreón, basamento y murallas. Luego, un templo románico del siglo XII del que se conserva la torre campanario y una cripta. 

Sobre este fue erigida la colegiata actual entre 1541 y 1559, en el tránsito del gótico al renacimiento, por Pedro de Irazábal, inspirándose en la Seo de Zaragoza y la catedral de Barbastro.

Este templo fue en origen priorato de la abadía real de Montearagón, privilegio que mantuvo hasta 1571 en que pasó a la diócesis de Huesca como iglesia colegial: un templo de rango elevado que posee un cabildo de canónigos. Estos rezaban diariamente el oficio divino en gregoriano, asistían a misa conventual y recaudaban los diezmos y primicias del territorio.

La portada principal fue obra de Juan Miguel de Orliens y Juan de Escorz, labrada a forma de retablo en el siglo XVII. ¿Te suena el nombre de Orliens? Lo mencionamos hace unas semanas como autor del retablo de la ermita de San Jorge de Huesca.

Pasamos ya al interior del templo. Destaca el espacio amplio por su planta de salón cuadrada y las bóvedas de crucería estrellada. Si miramos hacia el pavimento, llama la atención que está dividido en cuadrículas numeradas, ya que eran enterramientos. Su descubrieron en una restauración y se trasladaron al camposanto o la fosa común del retablo de Santiago.

Aunque, sin duda, la gran joya de la colegiata es el retablo mayor, destacado ejemplo del renacimiento pictórico español, cuya talla central de la Virgen de la Asunción veíamos en el reto del #martesxhuescatediviertes ayer.

Fue realizado entre 1490 y 1503 para el anterior templo. Constituido por veinte tablas pintadas al temple y cincuenta y siete tallas de madera policromada. Tanto la talla como la decoración son obra del maestro flamenco residente en Huesca Gil de Bramante. Sin embargo, nada se sabe del autor de las geniales pinturas, al que se conoce como Maestro de Bolea. Este fusiona dos estilos: el flamenco en la concepción espacial, naturalismo, colorido y expresividad de los personajes; y el italiano del Quattrocento en la perspectiva, iluminación y sombreado.

Como curiosidad, la historia de la Virgen se narra en orden de izquierda a derecha en las dos primeras filas, mientras que la última hay que leerla de derecha a izquierda. ¿A qué se debería ese cambio?

Un atractivo complementario al artístico es el paisajístico. Desde aquí contemplamos toda la planicie oscense, la sierra de Guara y el propio pueblo de Bolea. La verdad es que las vistas son espectaculares, dignas de dedicarle un buen rato.

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