Ermita de San Jorge

La temporada pasada ya visitamos el cerro de San Jorge en los #martesxhuescatediviertes y conocimos la leyenda de la batalla de Alcoraz. Hoy subimos hasta lo alto para descubrir su ermita.

Hubo aquí una capilla desde el siglo XI, y, desde 1243 existía una cofradía de infanzones relacionada con esta ermita. Al desaparecer, se hizo cargo de ella el Concejo oscense, hasta nuestros días.

El santuario actual fue construido en el siglo XVI sobre el pueyo de don Sancho, conocido hoy como cerro de San Jorge, que fue el lugar donde las tropas de Pedro I construyeron su campamento militar para asediar la Wasqa musulmana en 1095-1096.

Como curiosidad, tenemos noticias del sorprendente hallazgo de huesos de gran tamaño en este lugar cuando se cavaban las zanjas para los cimientos y que en esa época se consideraban pertenecientes a algún gigante.

De esta obra se encargó el maestro Domingo Almanzor, entre 1553 y 1554. En la foto contemplamos el sobrio exterior, con el pórtico a los pies de la iglesia, la sencilla portada y la torre campanario rematada por un chapitel piramidal.

En el interior, de planta de salón con tres naves, destacan sus delgadas columnas y las bóvedas de crucería estrellada con sus claves decoradas con elementos vegetales y geométricos, de gran elegancia. El historiador Carlos Soler y Arqués la describe como una “acertada miniatura de la gótica catedral de Barbastro”, y es que ambos templos, así como la Seo de Zaragoza y las colegiatas de Bolea y Daroca, se clasifican en una misma tipología de iglesias con pilares fasciculados.

El retablo mayor, de madera policromada, es obra de Juan Miguel de Orliens, de 1595, con la imagen del santo titular. Por cierto, que la familia de este escultor estaba muy vinculada a Huesca en los siglos XVI y XVII y a Damián Forment.

Desde luego, esta ermita es uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad, aunando historia, leyenda, naturaleza, arte, folklore… Su silueta sobre el cerro constituye uno de los atractivos más reconocibles y emotivos del paisaje urbano oscense.

Porque seguramente lo que hace más especial la ermita y el cerro son las vivencias humanas y tradiciones que tienen lugar en ella y que tod@s l@s oscenses hemos disfrutado: las jotas en el día de Aragón, los encuentros con amistades, los paseos entre los pinos, las “excursiones” con el colegio… ¿Tienes algún recuerdo especial que te apetezca compartir? Me encantará leerte en los comentarios 😄

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